Sermon Tone Analysis

Overall tone of the sermon

This automated analysis scores the text on the likely presence of emotional, language, and social tones. There are no right or wrong scores; this is just an indication of tones readers or listeners may pick up from the text.
A score of 0.5 or higher indicates the tone is likely present.
Emotion Tone
Anger
0.08UNLIKELY
Disgust
0.11UNLIKELY
Fear
0.13UNLIKELY
Joy
0.23UNLIKELY
Sadness
0.16UNLIKELY
Language Tone
Analytical
0UNLIKELY
Confident
0.18UNLIKELY
Tentative
0UNLIKELY
Social Tone
Openness
0.1UNLIKELY
Conscientiousness
0.15UNLIKELY
Extraversion
0.47UNLIKELY
Agreeableness
0.59LIKELY
Emotional Range
0.15UNLIKELY

Tone of specific sentences

Tones
Emotion
Anger
Disgust
Fear
Joy
Sadness
Language
Analytical
Confident
Tentative
Social Tendencies
Openness
Conscientiousness
Extraversion
Agreeableness
Emotional Range
Anger
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Si le preguntáramos a la gente, ‘cual es tu mayor problema’, ¿qué responderían?
Si te pidiera que hicieras una lista de 10 problemas, ¿Qué problema pondrías tú como más importante?
O, para hacerlo aún más interesante, si Dios te prometiera resolver hoy uno de tus problemas, ¿cuál sería tu primera opción?
Todos, absolutamente todos sin distinción hemos pasado por dificultades en nuestras vidas.
Y en más de una ocasión nos hemos dicho la frase: “Si tan solo… entonces yo”.
Puede ser desde lo más pequeño e insignificante hasta lo más importante y trascendente, pero al final todos soñamos con que las circunstancias en las que estamos cambien.
Acabamos de leer la historia de un hombre que aparentemente tiene una necesidad urgente, pero que no está al tanto de ella.
Y Dios nos dejó registrada esta historia para que podamos aprender 4 enseñanzas.
Para poder comprender las cuatro enseñanzas necesitamos entender lo que sucedió antes de esta historia.
Marcos 2.1-2 nos dice que Jesús había regresado a Capernaum, una comunidad en la que había hecho muchos milagros.
Había sanado a un hombre endemoniado (Mr. 1.21-28), sanó a la suegra de Pedro (Mr. 1.29-31), a muchos al ponerse al sol (Mr. 1.32-34), y a un leproso en Galilea (Mr. 1.40-45).
De modo que ya mucha gente había oído de su fama y poder de sanar enfermedades.
Y en este punto de la escena es que encontramos nuestra primera enseñanza: Hay una Urgencia aparente.
Una Urgencia aparente (v.
4)
Pongamos la escena en contexto.
Para nuestros tiempos, estar paralítico es un verdadero reto, pues no puedes vivir sin el apoyo de un enfermero o enfermera, un familiar o amigo.
Pero hay camas especiales, sillas para poder trasportarlos, lugares de estacionamiento y de preferencia en los centros comerciales.
Y, aunque hay muchas facilidades para la gente paralítica, no deja de ser una situación muy difícil la parálisis.
Pero en los tiempos de la Biblia, cuando se escribió esta historia, ser un paralítico era sin lugar a dudas algo aún más difícil y crítico.
Este hombre no contaba con especialistas que lo ayudaran en todos los problemas secundarios que la parálisis conllevaba.
Este hombre no contaba con analgésicos que lo ayudaran a mitigar el dolor de su cuerpo.
Ni tampoco contaba este hombre con fisioterapeutas que le ayudaran a que sus músculos no se atrofiaran por la falta de uso.
Mucho menos podría contar con silla de ruedas automáticas o eléctricas que le ayudaran a moverse a donde él quisiese ir; sino que dependía de la gente a su alrededor para poder realizar todas sus necesidades, incluso hasta de ir al baño y comer.
Este hombre no podía moverse para trabajar y así recibir el sustento para vivir.
Mucho menos podía tener una familia, pues no tendría la capacidad de proveer para su esposa ni sus hijos.
Tampoco podría estar al pendiente de lo que sucedía afuera, a menos que alguien fuera hasta su habitación y le contara.
Cada día, durante meses y años, la misma monotonía.
Desde que se despertaba en la mañana hasta la noche para dormir, lo único que podía hacer este hombre era mirar el techo.
Este hombre verdaderamente tenía un serio problema.
Por eso, alguien describe la condición de este hombre con un conjunto de palabras que puedan darnos una idea aproximada de su condición emocional: dependencia, humillación, confinamiento, aburrimiento, soledad, frustración, (ansiedad), vergüenza, desesperación.
Y si él hubiese escuchado la misma pregunta que te hice al comienzo del mensaje (¿cuál es tu mayor problema?),
seguramente él hubiere contestado: “Mi problema más grande es que no puedo caminar.
No existe ninguna esperanza para que yo pueda salir, o por lo menos mejorar de esta situación”.
¿Te has sentido de esta misma forma en algún momento de tu vida?
Y de pronto, escucha que un tal Jesús llegó a la ciudad.
Ese hombre que ya tenía la fama de sanar personas, como lo vimos que Marcos nos lo relata en Capítulo 1. Entonces, “cuatro amigos” de este hombre, “vinieron y lo trajeron” a Jesús.
Pero entonces, a acercarse a donde Él estaba, se encontraron con una muralla humana.
De modo que, no pudieron acercarse a Jesús.
Así que se la idearon para hacer que su amigo paralítico llegara frente a Jesús; lo que nos lleva a nuestra segunda enseñanza: Una Solución inesperada.
Una Solución interna inesperada (v. 5)
Tratemos de imaginar la escena.
Jesús está predicando y la gente está atenta.
Está explicando lo que es el amor de Dios, cuando de repente se escucha un ruido extraño, y tras un polvadero un agujero enorme en el techo donde Él está parado; y cuatro hombres viendo hacia abajo.
Y si eso fue extraño, más inusual sería que esas cuatro personas estén tratando de bajar a otro hombre en una camilla.
Un pastor dijo que si él hubiese estado en el lugar de Jesús, y en medio de su prédica cuatro jóvenes empiezan a hacer ese espectáculo, él (con toda la tranquilidad posible) hubiese dicho: “¡SAQUEN A ESTOS IMPRUDENTES DE AQUÍ!” Pero Jesús no reaccionó así.
Él no vio a cuatro imprudentes.
Marcos nos dice que Jesús vio la fe de ellos.
Y quiero detenerme en este punto un momento, pues ha habido una mala enseñanza con respecto a este punto, acerca la fe.
Y tal confusión es más grande en nuestros días porque hay mucho que van por ahí enseñando que “la fe tiene poder”.
Esta enseñanza se remonta a un tal Essek William Kenyon, aparente fundador de un movimiento llamado “Palabra de Fe”.
Él enseñaba “en su predicación y enseñanza… que las personas pueden cambiar sus circunstancias físicas simplemente haciendo una ‘confesión positiva de la palabra de Dios’” (John MacArthur, Fuego Extraño, 29).
¿Has escuchado la frase: “la Fe mueve Montañas”?
“No importa cuán grande sea tu problema, lo importante es que tengas fe.” ¿Lo has escuchado?
Bueno, pues, olvídate de eso.
Eso no es cierto.
“Lo importante no es que tengas fe; lo importante es que tengas fe en el objeto correcto”.
Lo que hizo la diferencia con este hombre es que sus amigos tuvieron fe y lo llevaron con la persona correcta.
No importa cuánta fe tengas en los “12 Pasos” o en la “Confesión positiva” o en una “Fuerza Superior”.
Si tu fe y confianza no está en Jesucristo, nada de eso va a servir.
Aquí está este hombre, frente a Jesús y a toda la multitud.
Era más que evidente que el mayor problema de este hombre era que no podía caminar, pero Jesús se acerca y le dice: “Hijo, tus pecados te son perdonados.”
En la versión de la historia que escribe Mateo, él nos narra la escena más completa.
Mateo nos cuneta que Jesús le respondió: “Ten ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados.”
Ahora bien, como dije, para todos era más que obvio que el mayor problema de este hombre era su parálisis, pero el diagnóstico de Jesús es totalmente distinto del nuestro.
Este hombre seguía acostado, en la misma circunstancia y condición en la que se encontró cuando despertó en la mañana, y la misma desde hace años.
Pero Jesús se acerca y le dice a este hombre que tiene todos los motivos para alegrarse, a pesar de que sus circunstancias no hayan cambiado.
Lo mismo nos dice el Señor el día de hoy.
Hay cosas más importantes por las cuales debemos alegrarnos.
Y no es que tengamos una familia, un trabajo, o una mejor salud que la del vecino.
No es que podamos respirar y tener vida; aunque tales cosas deben ser motivo de agradecimiento y alegría.
Pero la razón por la que Jesús le dice al paralítico que se alegre es porque sus pecados han sido perdonados.
El mayor problema del ser humano no son sus adicciones, su falta de amor, dinero o amigos.
El mayor problema del ser humano es que está en enemistad con Dios, está muerto en “sus delitos y pecados” y va camino al infierno.
Mi amigo, Dios quiere que sepas que tu mayor problema no son las adicciones con las que estás luchando, sino el pecado que te tiene esclavizado.
Y entendamos que por pecado no me estoy refiriendo únicamente a aquellas acciones escandalosas que la gente hace como robar, mentir, adulterar, matar, etc. No. Al pecado al que me estoy refiriendo es a aquel que que no se ve y está allí en lo más profundo del corazón.
Mi amigo, el corazón del problema del hombre es el problema del corazón que continuamente está buscando satisfacer sus deseos, y no a Dios.
Escucha cómo definió un pastor el pecado, y ha sido la definición más teológica que jamas he escuchado.
Él dice:
¿Qué es pecado?
Es la gloria de Dios no honrada.
La santidad de Dios no reverenciada.
La grandeza de Dios no admirada.
El poder de Dios no alabado.
La verdad de Dios no buscada.
La sabiduría de Dios no estimada.
La belleza de Dios no atesorada.
La Bondad de Dios no saboreada.
La fidelidad de Dios no confiada.
Los mandamientos de Dios no obedecidos.
La justicia de Dios no respetada.
La ira de Dios no temida.
La gracia de Dios no apreciada.
La presencia de Dios no valorada.
La Persona de Dios no amada.
Eso es pecado.
Y, aunque este hombre paralítico no pudo cometer ningún pecado escandaloso, ante Jesús él era un pecador, inválido físicamente, y muerto espiritualmente.
Quizá tú puedas salir el día de mañana, libre de adicciones y sin ningún problema aparente, pero si sales de este lugar sin que tus pecados sean perdonados, de nada sirve estar sobrio.
Sigues con el mayor problema.
Sobrio, pero camino al infierno.
Y, puede ser que entiendas todo esto, pero sin que afecte tu corazón.
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