El camino a la Humildad

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Introducción
humildad n. — la disposición de valorarse o evaluarse uno mismo apropiadamente; especialmente teniendo en cuenta la naturaleza pecaminosa o la condición de ser criaturas.
humildad n. — la disposición de valorarse o evaluarse uno mismo apropiadamente; especialmente teniendo en cuenta la naturaleza pecaminosa o la condición de ser criaturas.
300 citas para predicadores La Humildad Es Una Parte Esencial de La Nueva Criatura

La humildad no es un simple ornamento del cristiano, sino una parte esencial de la nueva criatura. Es una contradicción ser un individuo santificado o un verdadero cristiano, y no ser humilde.

RICHARD BAXTER

Nunca, nunca estamos en peligro de ser tan orgulloso como cuando creemos que somos humildes. Charles Spurgeon
Versículo clave: No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.
Humilde: dócil, obediente, sumiso

3 No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. 4 No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás.

Pregunta clave: ¿Qué significa valorar a otros antes que a mí mismo?
Pregunta clave: ¿Qué significa valorar a otros antes que a mí mismo?
Idea clave: Decido estimar a otros más que a mí mismo
Idea clave: Decido estimar a otros más que a mí mismo
Paul W. Powell observó una vez: «El orgullo es tan sutil, que si no tenemos cuidado estaremos orgullosos de nuestra humildad. Cuando esto sucede, nuestra bondad se convierte en maldad. Nuestras virtudes se convierten en vicios».
En este texto Pablo define la humildad
·La humildad no actúa con ambición egoísta.
La humildad estima a otros como más importantes que uno mismo

· .

La humildad vela por los intereses de los demás.
· La humildad vela por los intereses de los demás.
¿Significa esto que hay que olvidarnos de nosotros mismos?
No del todo. También somos llamados a «amar al prójimo como a nosotros mismos». Es sólo que en lo natural buscamos nuestros propios intereses. Lo que nos sale naturalmente es no pensar en los demás.
1884, un mensajero despertó al rey Humberto de Italia a medianoche y le informó que había estallado una epidemia de cólera en Nápoles. Aunque estaba programado que el rey estuviera en Monza al día siguiente para una magnífica recepción, les telegrafió a sus invitados: «Banquete en Monza; cólera en Nápoles; voy a Nápoles. Si no vuelven a verme, adiós».
John Stoddard cuenta lo que sucedió a partir de ahí:
Al llegar a Nápoles, el rey Humberto encontró solamente a las personas comunes en la estación para recibirlo. Los ricos, la aristocracia e incluso la mayoría de los oficiales habían huido. Sin embargo, al rey eso no le importaba. Eran las personas a quienes había ido a salvar. Durante semanas, trabajó incesantemente para refrenar la plaga y aliviar a los que sufrían; entró a los hospitales, sostuvo las manos de los enfermos y los moribundos entre las suyas propias, y mediante su ejemplo hizo avergonzarse a otros de modo que pusieran manos a la obra. Después de una semana, uno de sus ministros le dijo: «Su Majestad, ayer hubo tres mil cuatrocientos casos. Esto comienza a ser alarmante. ¿No debiera regresar a Roma?». El rey respondió: «Usted puede regresar si lo desea. Yo me quedaré hasta que vea Nápoles libre del cólera». Y mantuvo su palabra.
Cuando un rey desciende de su trono para servir a quienes gobierna y arriesgar su vida, ofrece una grandiosa imagen del significado de la humildad.
¿Acaso no es eso lo que Jesús hizo por nosotros?
Él bajó de su trono y se humilló haciéndose hombre. ()
Pablo revela dónde aprendió su humildad al leer
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo…
Para Pablo, Jesús era el principio y el fin. Y ¿qué hizo Jesús?
Cambió la gloria del cielo por un pesebre lleno de paja. Dejó su posición en el cielo y se encontró en el vientre de una joven virgen. Abandonó la adoración de los ángeles por las amenazas de un rey no muy cuerdo.
Dejó el papel de rey del universo para convertirse en siervo. Soportó que la gente se mofara de Él, le escupieran, y buscaran formas de deshacerse de Él. Sostenía el universo en la palma de su mano y la entregó para recibir un clavo de un soldado romano.
¿Por qué hizo eso?
Proverbs 16:18 RVR60
Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu.
Consideró a los demás como más importantes que Él. Veló por los intereses de otros. Se humilló a sí mismo.
John Stoddard cuenta lo que sucedió a partir de ahí:
Al llegar a Nápoles, el rey Humberto encontró solamente a las personas comunes en la estación para recibirlo. Los ricos, la aristocracia e incluso la mayoría de los oficiales habían huido. Sin embargo, al rey eso no le importaba. Eran las personas a quienes había ido a salvar. Durante semanas, trabajó incesantemente para refrenar la plaga y aliviar a los que sufrían; entró a los hospitales, sostuvo las manos de los enfermos y los moribundos entre las suyas propias, y mediante su ejemplo hizo avergonzarse a otros de modo que pusieran manos a la obra. Después de una semana, uno de sus ministros le dijo: «Su Majestad, ayer hubo tres mil cuatrocientos casos. Esto comienza a ser alarmante. ¿No debiera regresar a Roma?». El rey respondió: «Usted puede regresar si lo desea. Yo me quedaré hasta que vea Nápoles libre del cólera». Y mantuvo su palabra.
Cuando un rey desciende de su trono para servir a quienes gobierna y arriesgar su vida, ofrece una grandiosa imagen del significado de la humildad.
¿Acaso no es eso lo que Jesús hizo por nosotros? Él bajó de su trono y se humilló haciéndose hombre. ()
En la mayoría de los reinos, las personas ofrecen sus vidas para salvar al rey; el Rey Jesús ofreció su vida para salvar a las personas.
La humildad no tiene nada que ver con la humillación. No se trata de mantener una baja autoestima o tener falta de confianza.
El rey Humberto seguía siendo el rey, estuviese sentado en el trono en Roma o sirviendo de rodillas en un hospital para el cólera en Nápoles.
El estado de su corazón es lo que determinaba su verdadero lugar y posición.
Para el cristiano, la humildad significa que la vida no «se trata de mí», sino más bien se trata de Dios y los demás.
«Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría».
· La humildad no actúa con ambición egoísta.
· La humildad estima a otros como más importantes que uno mismo.
· La humildad vela por los intereses de los demás.
¿Significa esto que hay que olvidarnos de nosotros mismos?
No del todo. También somos llamados a «amar al prójimo como a nosotros mismos». Es sólo que en lo natural buscamos nuestros propios intereses. Lo que nos sale naturalmente es no pensar en los demás.
Pablo revela dónde aprendió su humildad al leer :
Para Pablo, Jesús era el principio y el fin. Y ¿qué hizo Jesús?
Cambió la gloria del cielo por un pesebre lleno de paja. Dejó su posición en el cielo y se encontró en el vientre de una joven virgen. Abandonó la adoración de los ángeles por las amenazas de un rey no muy cuerdo.
Dejó el papel de rey del universo para convertirse en siervo. Soportó que la gente se mofara de Él, le escupieran, y buscaran formas de deshacerse de Él. Sostenía el universo en la palma de su mano y la entregó para recibir un clavo de un soldado romano.
Y ¿por qué hizo eso? Consideró a los demás como más importantes que Él. Veló por los intereses de otros. Se humilló a sí mismo.
Proverbs 16:18 NTV
El orgullo va delante de la destrucción, y la arrogancia antes de la caída.
En 1884, un mensajero despertó al rey Humberto de Italia a medianoche y le informó que había estallado una epidemia de cólera en Nápoles. Aunque estaba programado que el rey estuviera en Monza al día siguiente para una magnífica recepción, les telegrafió a sus invitados: «Banquete en Monza; cólera en Nápoles; voy a Nápoles. Si no vuelven a verme, adiós».
John Stoddard cuenta lo que sucedió a partir de ahí:
Al llegar a Nápoles, el rey Humberto encontró solamente a las personas comunes en la estación para recibirlo. Los ricos, la aristocracia e incluso la mayoría de los oficiales habían huido. Sin embargo, al rey eso no le importaba. Eran las personas a quienes había ido a salvar. Durante semanas, trabajó incesantemente para refrenar la plaga y aliviar a los que sufrían; entró a los hospitales, sostuvo las manos de los enfermos y los moribundos entre las suyas propias, y mediante su ejemplo hizo avergonzarse a otros de modo que pusieran manos a la obra. Después de una semana, uno de sus ministros le dijo: «Su Majestad, ayer hubo tres mil cuatrocientos casos. Esto comienza a ser alarmante. ¿No debiera regresar a Roma?». El rey respondió: «Usted puede regresar si lo desea. Yo me quedaré hasta que vea Nápoles libre del cólera». Y mantuvo su palabra.
Cuando un rey desciende de su trono para servir a quienes gobierna y arriesgar su vida, ofrece una grandiosa imagen del significado de la humildad.
¿Acaso no es eso lo que Jesús hizo por nosotros? Él bajó de su trono y se humilló haciéndose hombre. ()
Philippians 2:6–8 RVR60
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
La humildad no tiene nada que ver con la humillación. No se trata de mantener una baja autoestima o tener falta de confianza.
El rey Humberto seguía siendo el rey, estuviese sentado en el trono en Roma o sirviendo de rodillas en un hospital para el cólera en Nápoles.
Para el cristiano, la humildad significa que la vida no «se trata de mí», sino más bien se trata de Dios y los demás.

humilde adj. 1 dócil, obediente, sumiso. ≠ soberbio.

Tratándose del carácter, actitud o comportamiento de una persona: es una persona muy humilde.

2 modesto, pobre, oscuro, desconocido*.

Por ejemplo: vive en una casa muy humilde.

humilde adj. 1 dócil, obediente, sumiso.

humilde adj. 1 dócil, obediente, sumiso. ≠ soberbio.

Tratándose del carácter, actitud o comportamiento de una persona: es una persona muy humilde.

2 modesto, pobre, oscuro, desconocido*.

Por ejemplo: vive en una casa muy humilde.

¡Qué increíble contraste, el cual demuestra una vez más el fruto que Cristo puede producir en una vida rendida y sometida.

APLICACIÓN CLAVE: ¿Qué cambio produce esto en mi modo de vivir?

1. La humildad produce libertad para elevar y estimar a los demás.
Con nuestra nueva posición en Cristo, ahora tenemos todos los recursos que necesitamos para practicar el mayor de los mandamientos: amar a Dios y al prójimo.
El continuo crecimiento de la humildad nos permite no sentir ninguna amenaza o inseguridad al colocar la voluntad de Dios y las necesidades de los demás por encima de las propias. Somos hechos libres en nuestra alma para servir.
2. La humildad redirige todas nuestras relaciones para que se traten del bienestar de los demás.
Cuando aprendemos a estimar de modo habitual a los demás por encima de nosotros mismos, el siguiente paso es interesarnos por las personas del modo en que Jesús querría que lo hiciéramos.
Buscamos servir a todos aquellos con los que tenemos una relación. Ya no utilizamos a los demás como un medio para lograr nuestros propios fines, sino convertimos en una práctica el preguntar cómo podemos ser parte del plan de Dios para las personas. Intentamos seguir
3. La humildad produce un deseo de reflejar a Cristo en todas las cosas.
La humildad suprema se encuentra cuando situamos nuestro corazón en la posición constante de poner en primer lugar la gloria de Dios y buscar primero su reino y su justicia ().
Mientras más nos sumergimos en el ministerio de Cristo a los demás, más experimentamos la vida abundante que Él ofrece. Verle cambiar vidas mediante nuestra obediencia es contemplar la humildad en su mejor momento.
Para los cristianos que crecen, un fuerte sentimiento de autoestima fluye de la «estima de Dios» en el interior, lo cual nos libera para enfocarnos en la «estima de los demás».
Cuando entablamos cualquier conversación con otra persona, la oración es: Amado Dios, ayúdame a poner a esta persona por encima de mí mismo y atraerla hacia ti.
A medida que el mundo se vuelve cada vez más ensimismado, la humildad no solo será una de las virtudes más atractivas y refrescantes del Espíritu de Dios para un mundo que busca y sufre, sino también una gran bendición para nuestras propias vidas al ofrecerle nuestro corazón diariamente al Señor a medida que lo exaltamos a Él y solo a Él.
Estos versículos de las Escrituras nos señalan hacia esta gran bendición:
Jesús entró en Jerusalén en medio de gritos de «Hosanna» al comienzo de la semana de la Pascua. Era un rey. Sabía exactamente quién era. Y a la vez entró humildemente a lomos de un pollino. Lo hizo para cumplir la profecía:
«Digan a la hija de Sion:
“Mira, tu rey viene hacia ti,
humilde y montado en un burro,
en un burrito, cría de una bestia de carga”».
Cuando otros reyes conquistadores entraban en las ciudades en caballos y con una gran pompa, Jesús se humilló a sí mismo. Estaba pensando en nosotros cuando montaba en esa «bestia de carga».
Y Él quiere que sigamos el mismo camino que nos lleva a nuestra Jerusalén y nuestra propia cruz. Es un camino de humildad.

Primero, nunca finjas.

[1] http://www.keepbelieving.net/blog/2009-6-6-dallas-willard-on-humility/
Primero, nunca finjas. Se tú mismo. Todos tenemos esos momentos tensos en los que nos vemos tentados a afirmar un conocimiento interno o talentos especiales que no poseemos. O hacemos promesas rápidas que sabemos que no podemos cumplir. Bajo presión, puede que rebajemos nuestras capacidades porque pensamos que nos hace parecer humildes. Error en todos estos casos. La verdadera humildad no dice nada más ni menos que la verdad. Lo que ves es lo que hay.

Segundo: Nunca presumas

Muchas veces pensamos que sabemos lo que otros están sintiendo o actuamos como si pudiéramos leer las mentes.
La humildad no establece juicios sobre por qué la gente hace lo que hace o por qué dice lo que dice.
El hombre humilde se da cuenta de que mira las apariencias, pero Dios solamente ve el corazón.
Se refrena de emitir juicios rápidos, conclusiones precipitadas y suposiciones negativas. Cuando no sabe algo, simplemente dice: «No lo sé».
Podríamos ahorrarnos mucha preocupación si dejásemos de presumir sobre el futuro o sobre lo que otros puedan hacer o decir.

Tercero, nunca fuerces

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