El crecimiento de una Iglesia sana (Parte 2)

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Textos bases:
1 Tesalonicenses 5:12–24 (BTX)
Y os instamos, hermanos, a que respetéis a los que trabajan entre vosotros, y tienen cuidado de vosotros en el Señor, y os amonestan;
que los tengáis en alta y amorosa estima a causa de su obra. Tened paz los unos con los otros.
Hermanos, también os exhortamos para que amonestéis a los desordenados, animéis a los desanimados, seáis apoyo de los débiles, pacientes con todos.
Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos.
¡Regocijaos siempre!
Orad sin cesar.
Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.
No apaguéis el Espíritu.
No menospreciéis las profecías,
sino examinadlo todo; retened lo bueno.
Absteneos de toda especie de mal.
Y el mismo Dios de paz os santifique completamente, y todo vuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible en la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.
1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito (Capítulo 15: El crecimiento de un rebaño sano—Segunda parte: La atención a los espiritualmente necesitados (5:14–15))
El crecimiento de un rebaño sano—Segunda parte: La atención a los espiritualmente necesitados
“...También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos...” (5:14–15).
La iglesia que más cerca ha estado de ser la que el Señor desea fue la iglesia apostólica del libro de Hechos. Sobre la condición de la iglesia en los días y semanas que siguieron a los impresionantes acontecimientos de Pentecostés, Lucas escribió:
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (Hch. 2:42–47).
La iglesia apostólica tenía una respuesta que honraba a Dios en cada situación, la persecución inclusive. Después de que los líderes judíos prendieron a Pedro y a Juan, los interrogaron, les advirtieron que no volvieran a predicar el evangelio y los liberaron, la iglesia oró de inmediato por la situación (4:24–30). Como resultado…
El lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad (Hch 4:31–35).
Sin embargo, había otra lección clave que el Señor tenía para la primera iglesia si es que había de crecer espiritualmente y ser eficaz para alcanzar a los perdidos. La lección era la urgencia de disciplinar a los miembros pecadores (cp. Hch. 5:1–6). A partir de la enseñanza de Jesús (Mt. 18:15–18) y los acontecimientos de Hechos 5, el apóstol Pablo entendió bien el principio y se dio cuenta de que las iglesias más fuertes, como la de Tesalónica, debían ser diligentes en confrontar el pecado entre sus miembros (cp. 2 Co. 12:20–13:2). Estaba agradecido por la salud espiritual de los tesalonicenses (1 Ts. 1:2–3, 9–10; 2:19–20; 3:9–10), pero deseaba que ellos continuaran creciendo en gracia (3:8, 12; 4:1, 10) y eso significaba ministrar directamente a las personas con problemas, como lo indica este texto.
La idea de Pablo sobre el crecimiento de la iglesia estaba en contraste agudo con las preocupaciones de los expertos de hoy sobre “crecimiento eclesial”, relativas a demografía y homogeneidad cultural, confabulaciones sutiles para hacer la iglesia más “amigable para el buscador”, metodologías sofisticadas de entretenimiento para hacer los servicios de adoración “más relevantes” y las técnicas de mercadeo locuaz para atraer a nuevos miembros.
En lugar de confiar en tales conceptos o estrategias desarrolladas por el hombre, el apóstol se enfocaba en los obstáculos pecaminosos al crecimiento espiritual de la iglesia tesalonicense. De este modo, identificó cinco tipos de ovejas con problemas con las cuales necesitan lidiar las ovejas sanas: la rebelde, cuya necesidad es volver a alinearse; la preocupada, cuya necesidad es tener más ánimo, fe, audacia y confianza; la débil, cuya necesidad es ser más disciplinada en la santidad; la fastidiosa, cuya necesidad es mantener el paso en obediencia; y la mala, cuya necesidad es comportarse con rectitud.
La falta de progreso espiritual en la iglesia se debe generalmente al comportamiento pecaminoso de los miembros en tales categorías de problemas. Pablo deseaba de veras que los tesalonicenses supieran cómo lidiar adecuadamente con quienes estaban en cada una de estas categorías.
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CÓMO LIDIAR CON LA OVEJA REBELDE:
“...También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos...” (5:14a)
La exhortación de Pablo a los tesalonicenses reflejaba su sentido de la urgencia. Rogamos viene de parakaleō, cuyo significado literal es “ir junto a alguien” y conlleva la idea de proveer ayuda a alguien. El apóstol animaba con celo y entusiasmo a los hermanos, a los creyentes sanos espiritualmente, a participar en la ayuda a los necesitados. Aunque reconocía que los pastores también tenían responsabilidad sobre las ovejas problemáticas dentro de la iglesia, esta exhortación, como la de 5:12, estaba dirigida principalmente a los hermanos o a la congregación.
Pablo identificó a los rebeldes con el término ociosos (ataktos), que en el griego común aparecía a menudo en contextos militares y se refería a un soldado fuera de la fila, cuyo comportamiento era desordenado e insubordinado. La palabra llegó a referirse a cualquiera que no cumpliera su deber ni sus responsabilidades. Algunos comentaristas dicen que ataktos se refiere sobre todo a los apáticos, indolentes o perezosos (2 Ts. 3:6–7, 11; cp. 1 Ti. 5:13) en la iglesia tesalonicense; aquellos que eran pasivos y holgazanes con sus deberes. Pero el contexto sugiere que el término también puede referirse a quienes tenían una actitud rebelde activa.
Los ociosos eran los que se salían de la dirección en la cual iban todos. Así son los creyentes que no sirven en la iglesia con sus dones espirituales (cp. 1 Co. 12:7; 14:12–13), no ofrendan parte de sus riquezas (cp. 1 Co. 16:2; 2 Co. 8:7; 9:6–12) ni apoyan a los líderes (cp. 1 Ts. 5:12–13; 1 Ti. 5:17; He. 13:7, 17). Tal vez no los estaban apoyando porque no les importaba, porque estaban enojados o porque eran rebeldes y contenciosos. Si no se arregla la situación con estas personas, tienden a volverse amargadas.
Se pueden volver “calienta sillas” criticones y a la larga rebeldes que minen el liderazgo de la iglesia para justificar su insubordinación. Obviamente, las dos son causa de división.
Para Pablo, ayudar al rebelde no requería alguna metodología compleja o un programa sofisticado de consejería psicológica. En su lugar, los otros creyentes debían acompañarlo en su caminar y amonestarlo (noutheteō).
Amonestar también puede tener el sentido de advertir (cp. Hch. 20:31; 1 Co. 4:14; Col. 1:28), un significado que conlleva la idea de ayudar a alguien a entender o alertarlo sobre las consecuencias serias de sus acciones. Noutheteō no significa juzgar o criticar de manera superior. Más bien, es la clase de advertencia cariñosa contra el peligro que dio Pablo a los ancianos de Éfeso (Hch. 20:31) y que quería transmitir a los tesalonicenses.
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CÓMO LIDIAR CON LA OVEJA PREOCUPADA:
“...que alentéis a los de poco ánimo...” (5:14b)
El segundo grupo de ovejas espiritualmente necesitadas que Pablo identificó eran las de poco ánimo, literalmente “de alma pequeña” (oligopsuchos). Mientras los ociosos iban al extremo del comportamiento cristiano aceptable; estas ovejas estaban preocupadas, acurrucadas en el medio y con miedo de llegar al extremo. En la iglesia encontramos creyentes audaces y valientes, no temerosos de las persecuciones o dificultades y dispuestos a dar sus vidas en el campo de batalla por una causa noble o por los principios de la verdad.
En contraste, los de poco ánimo carecen de audacia para aceptar un ministerio nuevo y retador; le temen al cambio y a lo desconocido y quieren ministerios sin riesgo, tradicionales y con seguridad absoluta.Algunos de los tesalonicenses eran de poco ánimo porque no soportaban bien la persecución; al parecer, no habían entendido el llamado de Pablo a la evangelización audaz o no estaban dispuestos a obedecerlo, temiendo que los llevara al sufrimiento (1 Ts. 3:2–4; cp. Mt. 5:10–12; Jn. 15:18–21; Fil. 1:29–30; 2 Ti. 3:12; 1 P. 4:19; 5:10).
La instrucción del apóstol Pablo sobre cómo debían ayudar las ovejas confiadas a las preocupadas era simple: las confiadas debían alentar a las preocupadas. Alentéis (paramutheomai) significa literalmente “hablar al lado de” alguien y consolar al hacerlo.
Los confiados necesitan volverse instructores personales y ejemplos para los preocupados, enseñarles la certeza bíblica de que el Señor responde sus oraciones (1 Jn. 5:14–15), les asegura su salvación (Jn. 10:27–29), les incluye en la resurrección final (Jn. 11:24–27), les ama eternamente (Ro. 8:38–39) y cumple su voluntad en las vidas de ellos (Pr. 19:21; Ro. 8:28–29). Cuando el creyente confiado y gozoso recuerda estas cosas al tímido y triste, lo alegra.
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CÓMO LIDIAR CON LA OVEJA DÉBIL:
“...que sostengáis a los débiles...” (5:14c)
Los débiles podrían ser los que son frágiles en la fe, y están acosados por las dudas (Ro. 14:1–15:13; 1 Co. 8:1–13; 9:19–23; 10:23–33). Tal vez su fe no es lo suficientemente fuerte para disfrutar su libertad en Jesucristo (cp. Gá. 5:1; Col. 2:16–23). Ellos son ciertamente más susceptibles al error (Ef. 4:14), a la tentación y al pecado, que los creyentes más fuertes (cp. 1 Co. 8:9–13).
Algunos creyentes débiles tienen conciencias tan susceptibles con sus pecados pasados que perciben pecado en algunas cosas que definitivamente no lo son (cp. 1 Co. 8:7).El término débiles (asthenēs) se centra en la susceptibilidad al pecado y se aplica a creyentes que luchan por abandonarlo y obedecer la voluntad de Dios. Aunque las versiones modernas traducen asthenēs en Santiago 5:14 como “enfermo”, denota a quienes están débiles: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él”. Los débiles morales y espirituales deben llamar a los ancianos fuertes espiritualmente para que intercedan por ellos y les exhorten a arrepentirse por el pecado que les esté causando debilidad.
(Para una explicación completa de este versículo y los siguientes véase Santiago, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento [Grand Rapids: Portavoz, 2004], pp. 276–290 del original en inglés).
Los débiles siempre son impedimentos y piedras de tropiezo para el crecimiento y el poder de la iglesia.
Pablo urgió a los tesalonicenses fuertes a sostener a los débiles (cp. Gá. 6:1–2). La Nueva Versión Internacional usa el término “ayuden”, pero se trata de una traducción algo imprecisa de la palabra griega antechō, cuyo significado es “asir con firmeza”, “aferrarse”, “apoyar”, “sostener” (cp. Tit. 1:9). Pablo mandó que las ovejas más fuertes fueran junto a las ovejas más débiles, establecieran relaciones personales con ellas y les proporcionaran instrucción doctrinal y aliento para ir hacia la justicia y alejarse del pecado.
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CÓMO TRATAR A LA OVEJA FASTIDIOS:
“...que seáis pacientes para con todos...” (5:14d)
Es fácil que las ovejas sanas se frustren, enojen o desanimen con algunas de las ovejas con problemas crónicos. Siempre hay desilusión en una relación de discipulado cuando un creyente maduro ha enseñado, formado, exhortado, fortalecido y animado a un creyente menos maduro, solo para ver que esa persona manifiesta poco compromiso con Cristo o poca evidencia de crecimiento espiritual. Algunos creyentes de Tesalónica habían oído la verdad de Pablo y otros maestros, habían tenido múltiples oportunidades para aplicarla, pero su progreso espiritual era insignificante. Como resultado, Pablo exhortó a la congregación a ser pacientes para con todos.
Cuando Pablo usó la palabra pacientes (makrothumeō) dio el mandato de ser tolerantes con quienes tenían sus luchas. Al decir todos Pablo se refería a aquellos con quienes los cristianos fuertes podrían volverse fácilmente impacientes. Las ovejas que crecían tan imperceptiblemente, nunca parecían ir al mismo paso de las demás, se distraían fácilmente y eran indisciplinadas en general con los medios de la gracia, podían probar con facilidad la paciencia de los más fuertes. Incluso Jesús se exasperó justamente por el crecimiento lento de los discípulos y su falta de entendimiento cuando los llamó en varias ocasiones “hombres de poca fe” (Mt. 8:26; 16:8; Lc. 12:28). Pero los tesalonicenses debían tener paciencia ilimitada con las ovejas fastidiosas, de la misma manera en que Dios tiene paciencia grande con todas sus ovejas (Éx. 34:6; Nm. 14:18; Sal. 86:15; Is. 63:7–9; Ro. 3:25; 1 Ti. 1:16; cp. 1 Co. 13:4–5; 2 Co. 6:4–10; Gá. 5:22; Ef. 4:2; Col. 3:12–13; 2 Ti. 2:24; 4:2; He. 5:1–3).
En el siguiente intercambio con Pedro, Jesús resumió mejor la magnitud con la cual los creyentes deben extender la paciencia perdonadora a otros: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mt. 18:21–22; cp. vv. 23–35; Lc. 17:3–4). Cristo enseñó que no debe haber un límite arbitrario, no importa cuán generoso pareciera, en la cantidad de veces para perdonar al prójimo. Por el contrario, los creyentes deben extender una paciencia y perdón inagotables a sus hermanos y hermanas en Cristo.
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CÓMO LIDIAR CON LA OVEJA MALA:
Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. (5:15)
Para los cristianos, las decepciones más graves y dolorosas no vienen de la maldad del mundo incrédulo, sino de otras ovejas en el seno de la iglesia. Una oveja es capaz sin duda alguna de dañar a otras ovejas; de pecar contra ellas en múltiples formas, como atacarlas con malas palabras (cp. Pr. 13:2–3; 15:1, 4; 18:13, 21; 24:28; Mt. 5:22; Stg. 3:1–12) que incluyen chismes y difamación (cp. Éx. 20:16; Pr. 11:13; 20:19; 24:28), aislarlas de la comunión y las oportunidades ministeriales, herirlas más abiertamente al provocar la ruptura de su matrimonio (cp. Éx. 20:14; 1 Ts. 4:6) o influenciar a alguien para que peque (Mt. 18:6–10).El apóstol Pablo instruyó a los tesalonicenses sobre cómo responder a esa maldad de parte de otros en la iglesia: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal”.
En algún punto, las ovejas desobedientes han hecho mal (“abyección, mezquindad, maldad”) a las obedientes. La respuesta paulina —declarada en imperativo— a los afectados era que ninguno debía pagar mal por mal. No hay lugar en absoluto para la represalia o venganza personal entre los cristianos (Ro. 12:19). El único con derecho a la represalia es Dios (Lv. 19:18; Dt. 32:25; Sal. 94:1; Pr. 20:22; Nah. 1:2; He. 10:30; Ap. 14:9–10, 14–20).Por lo tanto, la respuesta apropiada de las ovejas cuando han sido agraviadas por otras ovejas no es la búsqueda de venganza, es seguir lo bueno; ir siempre en pos, con deseo y celo, de lo que es bello, noble y excelente (cp. 1 Co. 13:4–7; 2 Co. 8:21; Ef. 4:25; Fil. 4:8; Stg. 3:17).
“Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro. 12:20–21; cp. 2 R. 6:22; Pr. 25:21–22; Mt. 5:43–44; Lc. 6:27–38; 1 Co. 4:12; 6:6–8; 1 P. 2:19–23; 3:8–12).Pablo quería que los tesalonicenses respondieran a la hostilidad con actos genuinos de amor. El bienestar de unos para con otros debía ser la primera preocupación de los tesalonicenses, incluso para con quienes les habían ofendido seriamente. Esa preocupación también debía extenderse más allá de la iglesia, era para con todos (cp. Gá. 6:10; 1 Ti. 2:1; 2 Ti. 2:24; Tit. 3:2, 8).
De modo que un rebaño sano se caracteriza por su crecimiento en fe, amor, pureza y progreso en asemejarse a Cristo. Pero las ovejas con problemas y necesidad espiritual pueden impedir el crecimiento del rebaño y de hecho así ocurre. Eso quiere decir que las ovejas sanas deben tratar a las ovejas difíciles con amor, paciencia y sinceridad a fin de eliminar los impedimentos pecaminosos y asegurarles crecimiento verdadero. La clave no es encontrar alguna estrategia astuta para eludir los obstáculos, sino que los pastores y ovejas traten esas situaciones directamente por igual, y amonesten al rebelde, alienten al preocupado, sostengan al débil, soporten al fastidioso y traten con bondad al malvado.
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